24 julio 2006

Triste historia la del corrector..., y la del portero de fútbol

El primer día de su aprendizaje, el maestro tipógrafo le alcanzó una prueba con una sola línea: El arpa de Noé. Invitó a mi amigo a corregirla y se ausentó como si el aprendiz necesitara una hora para hacerlo.
La leyó un par de veces y, empleando las llamadas y signos de corrección que había aprendido previamente, procedió a tachar la "p" de arpa y a escribir al margen una triunfal "c". Ahí estaba: El arca de Noé.
Su examinador/maestro volvió al cabo de un rato, bolígrafo en ristre y, cogiendo la prueba, procedió a emborronar la corrección para, a continuación, tachar Noé y escribir David. El arpa de David. Esa era la frase correcta.
Según mi amigo, ahí, en esa diferencia, radica una de las digamos "penalidades" que sufren los correctores: es difícil disfrutar de la lectura si tienes que poner mil ojos para detectar a la traicionera errata, ésa que siempre está, aunque no se vea. Acechante, traicionera, siempre actuando con alevosía y disfraz.
A menudo, más de lo que quisiera mi amigo, tiene que escuchar la frase "¡Ah!, pero, ¿por eso te pagan?". Como si se pudiera obtener placer de la lectura de, por ejemplo, la Ley de Arrendamientos Urbanos. "Aprenderás mucho, y encima te pagan". Otra de sus frases favoritas. Sí, se aprende mucho, aunque si a uno le dio por letras, como le ocurrió a mi amigo, leerse setecientas páginas de Econometría no le añade mucho a su bagaje cultural. Entre otras cosas porque bastante tiene con comprobar que a esas miles de fórmulas no les falta ni les sobra ni un signo más...
Cuando me cuenta sus penas, no puedo dejar de pensar que lo suyo se parece mucho a un portero de fútbol. Lo mismo que los correctores están mal pagados (y gracias, porque lamentablemente son una especie en vías de extinción), raramente el portero es la figura del equipo. Y por tanto, muy raramente (casi nunca) es el mejor pagado y no se valora su trabajo como el del delantero rompedor. De hecho, si un delantero mete un gol de cinco ocasiones, es un héroe. Si a un portero, después de catorce paradas de mérito, le meten un gol entre las piernas, es un inútil. Lo mismo que al corrector que se le escapa una errata: que previamente haya puesto en cristiano 200 folios es lo de menos.
Triste historia, sí.
O no.

Traducir o no traducir

Para los que medio hablamos, medio leemos y medio entendemos inglés, nos queda conformarnos con coger al vuelo frases sueltas de nuestras canciones favoritas. Estos ingleses lo que tienen son vocales, oiga. No cinco como nosotros (me refiero a los castellano-hipanohablantes), no, dicen que tienen hasta catorce nada menos. A fuerza de oírlas una otra vez, vamos ilando palabras, medio interpretando y, al cabo de un tiempo, hasta somos capaces de hacer los coros a Jagger, Bowie o Bruce.
Pero el siguiente paso es hacerse con la letra y traducirla. Lo hacemos, lo hago, con aquellas que me gustan más o aquellas que significan algo especial.
Y ahí está el origen de mi duda. Porque a veces me encuentro algo más de lo que esperaba, pero otras... Me dejo llevar por lo mucho que me gusta una canción, y resulta que la letra es una chorrada de mucho ciuidado. O resulta que es machista.
Every breath you take es, de las canciones de Police, quizá la que me guste más. Hasta la tuve de melodía en el móvil. Y, joder, vaya, vaya con el amigo Sting. Porque eso de "you belong to me" y lo de "I'll be watching you" da que pensar. No es "lo" de Tom Jones con Delilah, pero se le parece, oiga.
O no.