28 julio 2008

¿Correctores integristas? No, gracias

Anda mi amigo, ése que da tarea a correctores free-lance, algo liado en su trabajo. Una nueva legislación ha provocado un pequeño terremoto en la editorial para la que trabaja, y tiene que hacer mil y una nuevas ediciones, algunas enteras, otras a cachos (lo que él llama vulgarmente “refritos”: ya le vale, pobres libros…). Y claro, con su equipo habitual de sufridos lectores, no tiene suficiente. Y tampoco quiere ampliar su, digamos, “escudería”, porque cuando se acaben las actualizaciones de estos libros, las aguas volverán a su cauce y no tendrá trabajo para todos.

Aun así, tiró de carpeta de historiales profesionales recibidos, y después de casi joderse una muñeca por el peso, se pasó una tarde clasificándolos. Es difícil de creer, pero en esa carpeta, donde solo había aspirantes a correctores, se encontró con currículums que tenían… ¡faltas de ortografía! No te jode… Evidentemente, fueron los primeros que acabaron en el cajón del reciclado. A continuación, procedió a tirar los que… [redoble de tambores] ¡tenían erratas! Está claro que no tuvo un buen comienzo.

Después se dedicó a tirar todos los que tenían la misma carta de presentación Sí, sí, la misma, idéntica. No le fue difícil distinguir a los llamados “correctores profesionales” titulados por una academia que da unos cursos de 40 horas y les atiza un diploma de lo más rimbombante: “Curso de corrector profesional”. A éstos, mi amigo no les da ni la hora. No puede evitarlo, no los traga. Y aunque sabe que la culpa no es de ellos, ni los considera. Y no lo hace porque se niega a aceptar que una profesión tan difícil se pueda enseñar en cuarenta escasas horas, y dice escasas porque en esas horas se incluye también marketing, bases de datos y elaboración de cartas de presentación. Mi amigo piensa que él todavía está aprendiendo, y lleva en esto más de veinticinco años.

Eliminados éstos, la carpeta quedó muy, muy reducida en volumen y peso. Y aun así, como ya lleva muchos años en esto, empezó a tirar los que él llama “ayatolás de la corrección”. Esos que en su carta de presentación ya te están diciendo que solo ellos son capaces de hacerlo bien, que lo que se edita por ahí es bazofia, que los demás correctores del mundo mundial no tiene ni puta idea, etc. Estos, dice, son los mismos que no le respetan al autor ni el punto final. Y claro, resulta que, en lugar de quitarle trabajo a mi amigo, se lo dan, porque tiene que andar mirando corrección por corrección.

Mi amigo aboga por un mínimo respeto al autor, aunque sea un poquito. Está de acuerdo con los que piensan que muy pocos saben escribir, pero también piensa que algunos arquitectos están majaras y a ningún jefe de obras se le ocurre rediseñar los planos. Los autores, los buenos y los malos, los experimentados y los noveles, los literatos y los técnicos que se aventuran a escribir con menor o mayor fortuna, son los que, a la postre, con su creación, dan de comer a muchos. Incluidos esos ayatolás de los que hablábamos antes.

Y éstos no deberían olvidarlo.


3 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Bravísimo.

10:04 a. m.  
Blogger Onallera ha dicho...

Hola, Una. qué más da. Gracias por tu visita, seas quien seas

10:18 a. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Onallera, ¡vuelva, por favor!

1:16 p. m.  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio