07 noviembre 2006

La mili


Estoy convencido de que cuando se extienda más esto de los blog, más de uno y de un millón van a ver el cielo abierto para contar sus batallitas de la mili.
No es por dármelas de nada, pero no suelo hablar de esos trece meses y una semana que el glorioso Ejército español me robó. Año y pico que se podrían resumir en seis semanas de instrucción para obedecer, desfilar y matar, cuatro semanas de aprendizaje del maravilloso mundo del ganado mular y de su limpieza y alimentación, y el resto de servicio de habitaciones/camarero/recadero/ordenanza/limpiador en la residencia de suboficiales.
Aún tengo pesadillas en las que mi tren entra en el apeadero de la estación de Huesca y me llega el tufo de las cuadras del cuartel. No he vuelto por Huesca. La gente era maja, y los bocadillos de níscalos a la plancha me sabían a gloria. Pero aún me da repelús. Huesca es para mí sinónimo del peor año que pasé en mi vida. Un año de humillaciones, de tragar quina, de ver que la mayoría de aquellos suboficiales eran aún peor que las mulas: olían igual, pero jodían más.
Tuve la oportunidad de verlos actuar en sus ratos de ocio, comiendo, bebiendo, jugando. Supongo que sería el aburrimiento, el no tener que hacer nada casi todo el día. El alcohol y las cartas eran parte importante de su jornada llamémosla laboral.
Aún estaba el asunto de Tejero caliente, y había que verlos jaleando a los dictadores argentinos en su conflicto de las Malvinas. Gritos y aullidos de alegría, reclamando Gibraltar con los mismos medios, y, entre trago y trago, exigiendo la libertad de Armada y cía. "Ingleses hijoputas" era lo más fino que se oía. Más tarde, con el paso de los días, según los pobres adolescentes imberbes argentinos iban cayendo, se iba haciendo el silencio, también entre trago y trago.
Me quedaba muy poco para licenciarme cuando tuve la oportunidad de asistir a otro espectáculo: sillas contra el suelo, alguna pistola sobre la mesa, otra vez lo de Tejero y Armada, y ojos vidriosos por el alcohol contemplando por la televisión a González y Guerra en el balcón celebrando los diez millones de votos. Ahora lo recuerdo como un gustazo, pero aquella noche no dormí nada.
Lo dicho: aún me da repelús...
Truco, truco
Porqué se escribe junto si se puede sustituir por motivo, causa; o sea, cuando es sustantivo.
No se debe confundir con por qué, donde qué es interrogativo o exclamativo, ni con porque, que es conjunción. O sea:
"No entiendo por qué dices eso de mí, el porqué de tu actitud, porque yo te estimo mucho."