24 octubre 2006

Traducir o no traducir (2)

He ahí uno de los dilemas a la hora de hablar o escribir. Traducir o no los nombres propios de lugares. Porque, por un lado, se puede optar por lo políticamente correcto. Por otro, se puede elegir la postura más lógica.
Veamos. De unos años para acá se han cambiado varios topónimos de manera oficial: Girona, A Coruña, Ourense, Illes Balears, Lleida, etc. (por sólo citar los más conocidos). Por consiguiente, lo político (polite, que diría un "british") sería escribir o decir "veraneo en Girona" o "esquío en Lleida".
El problema surge cuando en un mismo escrito o conversación aparecen topónimos de diferentes países, además de los ya mencionados de las nacionalidades patrias. Y claro, en aras de la mayor unificación (cualidad ésta de las más importantes en un libro), ¿qué hacemos? Porque a mí, por ejemplo, mi religión me prohíbe decir o escribir "voy a London de finde" o "iré de shopping a New York". Y siempre pongo acento a París, digo Florencia y no Firenze, Turín y no Torino, y Nápoles, y Múnich, y Aquisgrán. Bruselas, Estrasburgo, Hamburgo y Edimburgo. Italia, Inglaterra, Francia y, no, no digo United States, digo y escribo Estados Unidos.
Si nos fijamos bien en estos topónimos, vemos que, por su importancia actual o histórica, se traducen, tienen su propia grafía en, este caso, castellano. Y es que sólo lo importante se traduce, lo importante y lo cercano, lo que nos atañe, lo que nos importa.
Y por eso, aun a riesgo de ser tratado de políticamente incorrecto, sigo empleando Lérida y Gerona; aun a riesgo de ser tratado de retrógrado, escribo Orense y La Coruña; aun a riesgo de ser tratado de poco progresista, escribo Baleares.
Por otro lado, tampoco "veo" a mis amigos catalanes o gallegos decir "la France", Scotland o Sverige...

Minitruco del día:

4. Aun, sin acento, equivale a "incluso". Aún, con acento, es sinónimo de "todavía".