27 junio 2007

Jaime

Le llamaba unas tres o cuatro veces al año: "Joder, tío, no llamas nunca", le suelo decir; "Ya, ya, ni tú vienes por aquí, cabronazo", me contesta siempre. Bueno, me contestaba. La voz tenue de su secretaria me dice que no, que ya no está, que le dio un derrame, un coma, dieciséis días así y fin. Que no se movió en ese tiempo, ni abrió un poco los ojos, ni nada de nada. Que lo encontraron en el suelo de la cocina, solo, inconsciente.

Compartimos mucho entre crucigramas, autodefinidos, pasatiempos... Alrededor de ellos tejimos una amistad, los dos entusiasmados con nuestro trabajo. Los creábamos (él más que yo) para que otros "perdieran" el tiempo resolviéndolos. Buscábamos nuevas definiciones, nuevas palabras, nos congratulábamos cuando salía algún cruce inverosímil. Y luego los leíamos y corregíamos (yo más que él), y los resolvíamos aunque ya supiéramos la solución, para asegurarnos de que esa sopa de letras, esa cruzada, ese crucigrama, se podían resolver, cerciorándonos de que no hubiera dobles soluciones, de que no faltara nada, ni tampoco sobrara... (qué frustrante es no poder acabar de resolver un crucigrama porque el pasatiempo en sí esté mal realizado).

Entre diccionarios, intentamos (y conseguimos) dejar de fumar. Entre palabros, me hablaba de su soledad, de lo bien que se estaba, de lo mal que se sentía. Entre juego y juego, las mujeres, el fútbol, el mundo de la edición... Muchas horas, muchas.

Algo de cansancio y un poco de “por ahí no trago”, me hicieron dejar de colaborar con Jaime. No fue culpa suya ni mía. La relación laboral acabó; la amistosa prosiguió en esas escasas tres o cuatro llamadas al año. Una llamada cada tres o cuatro meses. Solo una.

Tanto correo electrónico, tanta tarifa plana de teléfono, tanto Internet, tanto móvil, y no lo hacemos, no nos molestamos en marcar nueve raquíticos números.

Me he hecho el firme propósito de revisar la agenda todos los meses y llamar por teléfono más a menudo.

Así que, tú, ese/esa que, aún no sé por qué, me lee: deja de leer esto y llama. Coge la agenda, seguro que encuentras a alguien a quien te apetece oír. Antes de que no puedas hacerlo. Es una putada, y gorda.

Avisados quedáis.