23 abril 2009

La vuelta al cole

Machaconamente, cada vez que me quejaba cuando estudiaba de lo dura que era la vida del estudiante, los “mayores” siempre respondían lo mismo: “ya lo echarás de menos, ya”, “ya te acordarás de tus días de colegio, ya”, “no te das cuenta ahora, pero recordarás el colegio como lo mejor de tu vida…”. Y claro, no te creías nada de nada.
Luego pasan los años, tienes hijos, se quejan igual que tú te quejabas y les dices lo mismo que te decían a ti: “no sabes lo que dices”, etcétera, etcétera…
Ahora he vuelto a coger los libros. En mi lista de asuntos pendientes, estaba lo de pisar una facultad (más allá, claro, de las fiestas de Derecho de la Complutense y su garrafón). Y ahí me vi hace unos días, presentándome al equivalente para ancianos (mayores de veinticinco años) de la Selectividad, con el cosquilleo ése previo al examen, con los corrillos de antes y de después (“qué has puesto tú en…”, “escogiste A o B…”, “qué cabrones, vaya lámina que han puesto…”). Y ahora, el otro cosquilleo, uno de diez días hasta que publiquen las notas. Y la verdad es que, independientemente de los resultados finales, me he sentido bien, muy bien.
He pasado las mañanas de los sábados de seis meses encerrado en una sala con un grupo de valientes de número decreciente según pasaban las semanas. Gente muy variopinta, de casi todas las edades (de veinte, de treinta, de cuarenta…), y con muy diferentes motivaciones: los que lo han hecho por amor al arte, los que lo necesitan para el trabajo, para unas oposiciones o simplemente porque sí.
Y también con profesores de muy distintos estilos, aunque esto no ha sido una novedad para mí ni para nadie que haya ido al colegio: todos tenemos buenos recuerdos de algún profesor o profesora; los malos recuerdos, hoy casi los miramos con simpatía: pelillos a la mar…
La vuelta al cole (como diría El Corte Inglés) ha tenido pequeños inconvenientes, como un aula con unas sillas propias de la Inquisición (qué tortura), sin una simple cajonera donde dejar la carpeta y sin una triste persiana que nos permitiera ver que el Buonarotti ése mal del todo no lo hacía. Y también agradables sorpresas, como la aplicación de las nuevas tecnologías (Internet, e-mail) a esto del estudio: la verdad es que ayudan bastante.
Y otras muchas cosas buenas, y entre ellas, claro, los compañeros de clase, que junto a parte del profesorado, han sido lo mejor del curso. Gente sana, con ganas de aprender, respetuosa con los demás, y que ha fumado rápido y se ha quemado los labios con el café por no estorbar a los demás. Gracias a todos.

Lo dicho: ha sido un placer.


2 comentarios:

Blogger la jardinera ha dicho...

:)

8:11 p. m.  
Blogger la jardinera ha dicho...

Cuando paseas por la calle, ves venir a alguien y le echas una sonrisa, recibes de ese ser algo más que un hola o un adiós. A veces ni siquiera es una palabra, pero seguro que si vuelves a coincidir, el regalo de la sonrisa lo recibes tú.

¿Para qué alargarnos con más?

Lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Mua,

12:23 p. m.  

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