26 septiembre 2006

Gracias, Javier Marías

Como que me quedo mucho más a gusto después de leerle. Lo necesitaba, la verdad. Le daba vueltas y vueltas, y aún resonaban en mis oídos las palabras del Enano (mi hijo, 10 años, y para mi desgracia, poco amigo del fútbol): "Hala, qué bestia tu amigo Zidane". Un callejón sin salida hasta que usted apareció en mi auxilio.

[«... la despedida de Zidane resulta inquietante, turbia, adquiere densidad y dramatismo de buena ley. Como si fuera un jugador bisoño, el admirable Zinedine, que habrá oído de todo a lo largo de su carrera en el césped, cae en la provocación de un archiconocido archivillano italiano y le da un cabezazo en presencia del mundo entero. Echa a perder su final felicísimo cuando lo acariciaba con la punta de los dedos: estaba en su mano asirlo y crear la mejor leyenda. ¿La mejor? No lo creo. De no haber sido expulsado y haber vencido Francia, todo habría sido tan perfecto que no habría admitido lo que hace de veras que los hechos perduren: el enigma, el misterio, la ambigüedad, la posibilidad de fantasear interminablemente con lo que habría podido ser y se desperdició. Es decir, lo que llevamos haciendo muchos desde hace semanas, y lo que nos quedará para siempre como el hermoso final que se malogró. Esta otra película no es de Disney, sino quizá El buscavidas de Rossen, o Atraco perfecto de Kubrik, o La jungla del asfalto de Huston, o alguna compleja maravilla de Fritz Lang, cuyos personajes lo prevén todo para alcanzar sus metas y abandonan o fracasan en el último instante. Sí, en cierto sentido es una pena lo que ocurrió, pero en otro hay que agradecerle al gran Zidane que en su última hora nos haya dejado un relato hondo, extraño, quebrado, rugoso, y no una historieta tan previsible y tersa que no se pueda releer.»]

El caso es que entre los personajillos (o tipejos) de este mundo que no soporto está Maradona. No me cabe la menor duda de que ha sido y es un tramposo, que se ha ayudado de manos propias (vendidas como Ajenas) y de química para sus triunfos. Rodeado de hepatitis no explicadas en Barna, de mafiosos apostadores en Nápoles, de hijos sin reconocer en medio mundo... A tiro limpio contra los periodistas, babosa de dictadores y vendido al oro de grupos mediáticos (alguno, de manera inexplicable, le sigue llamando Dios en sus promociones).
Pero no hay mal que no provoque un bien: Si todo un país le perdona y lo idolatra, y medio mundo lo endiosa, lo de Zinedine es y será peccata minuta... Gracias por ello, Diego.
A Zidane lo echaremos de menos, señor Marías, lo estamos echando de menos, don Javier.