24 agosto 2006

Sinatra

En un blogg que frecuento, y al que me he vuelto adicto, se discutía sobre si se debía separar o no la personalidad de la obra, si a los genios (Borges, Neruda) se les puede perdonar todo por el mero hecho de serlo.
Y pensando en mis genios favoritos, me topé con Frankie, y recordé las historias más o menos truculentas de su personalidad y, sobre todo, sus relaciones con la Mafia. Y también me acordé de Picasso. Y de Jagger y de Zidane. Y de Maradona y de...
Esta mañana, en el coche, decidí ponerme del lado de los que perdonan pecados ante la grandiosidad de sus obras. Escuchar a Sinatra, solo, en el coche, al volumen que a uno le da la gana, escogiendo las canciones que a uno le apetece oír...
A mí es que casi me han dado ganas de dar las gracias a la Mafia por rescatar a Frankie del semiolvido en el que se encontraba. Y no ha sido escuchando alguna de SUS canciones (Strangers..., My Way), ni ninguna de sus clásicas (Stormy Weather, Mac the Knife), ni ninguna de sus ciudades (L.A., New York, Chicago...). No. Ha sido escuchando How Do You Keep the Music Playing, en una de las pocas canciones en las que la orquesta de Quincy Jones bajaba sus estridencias y dejaba a la Voz hacer. De su último gran disco, y ya con una edad... Una canción sencilla, lenta, sin grandes alardes ni arreglos. Pero, joder, qué manera de cantar, qué manera de envolvernos, cuánto terciopelo, cuánta carnosidad. Y a la vez cuánta sencillez, sin alardes, con naturalidad. Eso es: cantar como si estuviera hablando. Pocos pueden. Y ninguno como él.
Perdonado queda para siempre.
Además, si casi todo un país puede perdonar a un tipejo como Maradona, por qué no voy yo a hacerlo con mister Sinatra.